martes, febrero 27, 2018

TEATRO | CAMUFLAJE, juguemos en el bosque con el lobo



Por Darío Cortés.

Enrique Federman presenta su nueva obra en el teatro La carpintería los días miércoles. Junto a cinco actores van estableciendo las reglas de un juego insólito, mientras lo están jugando. Es una comedia furiosa, rabiosa y fascinante. Nos reímos del juego para no llorar. Un juego que todos y todas deberían ver.

Las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los que fingen bondad
pero por dentro mentirosos, feroces y feos
cuidado con esos…
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.

Charles Perrault, moraleja final del cuento “Caperucita Roja” (1697)


Desde el apagón oímos a un guardaparque (¿o se trata de un oficial militar?) hablar por walkie tokie ¿Está hablando o está jugando? Se enciende la luz y vemos una cabaña o ¿un decorado de una cabaña? Estamos asistiendo a los preparativos del juego ¿o el juego ya empezó? ¿Es una cabaña que hospeda gente? ¿Es una guarida de entrenamiento militar? ¿Es una escuela de adoctrinamiento? Nada interesa menos que contestarnos estas preguntas porque lo más importante es que el juego nos atrapa y nos interpela. Como espectadores ya somos parte. No es necesario “entender” para participar del juego desopilante que ya comenzó y que con poca información provoca carcajadas involuntarias. El primer actor que entra a escena es Germán Rodríguez, que se supera en cada complejo desafío actoral que asume. Desde su oscura composición en la obra Absentha de Alejandro Acobino pasando por el histrionismo desplegado en Rodando hasta aquí y ahora en Camuflaje.

Sigue la segunda escena con la llegada de una mujer cargada de valijas (Soledad Bautista en un personaje ansioso, inseguro y verborrágico). Entra a escena otro oficial que aparentemente también reside allí (Néstor Caniglia compone a una criatura misteriosa y desconcertante). Hay relevo de guardias. El estratega se queda casi siempre en la cabaña y el segundo oficial está pendiente de alguien que debería llegar, se abriga, busca los binoculares, mira por la puerta esperando algo o alguien.  El oficial primero anota sus investigaciones mentales en un cuaderno, no habla, no siente, como que no está o está en otra cosa. Ensaya figuras y poses. Está ido pero también atiende al huésped recién llegado. Es claro, escueto y concreto en sus intervenciones.

Llega la segunda mujer en bicicleta (Eugenia Guerty, que despliega varias facetas de una extraordinaria actuación cómica) y habla mucho, no termina las frases, quiere explicar cosas que no vienen a cuento, no encuentra las palabras adecuadas. Una mujer desfasada, desbordada. Se ríe cuando no corresponde, se pone solemne cuando no hace falta. Se calla de hablar cosas por el que dirán pero cuando suelta la lengua, lo hace con confesiones y propuestas atropelladas. Está enamorada de una mujer pero también la llenaría de golpes. Y también podría adoptar un bebé o dos. Le llaman la atención los objetos, las cosas de la cabaña, las mira, las toca, las revisa. Lee en voz alta la lista de huéspedes. Han pasado por allí abusadores y acosadores de mujeres que son mencionados con nombre y apellido, miserables que son recordados por sus repudiables frases más que por sus nombres.

Cuando las reglas del juego y el azar llevan a los personajes hacia el abismo, aparece un oficial a cargo, de rango mayor (Lisandro Fiks) para poner las cosas en orden. Cuando parece que las cosas se van a poner en orden, se ponen peor… se ponen espantosas. Situaciones llevadas al paroxismo. Hay borracheras, confesiones y viejas anécdotas sin gracia que cuenta el mayor y todos tienen que escuchar y reír porque no queda otra. También hay momentos para cuentos infantiles de lobos feroces y juguetones, ronda de chistes, juegos de mesa y juegos de insomnio en medio de la noche.

Y no sabemos cómo fue que aceptamos las reglas de este fascinante juego y nos encontramos asistiendo a un curso con doctrina tautológica donde hay lugar para todo:  es comandada por el primer oficial y participan dos aparentes gays reprimidos, dos lesbianas, un facho homofóbico con lenguaje altamente belicoso y violento que también reflexiona sobra la ecología, la tala de árboles en el sur, las muertes dudosas en los ríos, los disparos en la nuca a sangre fría, los matrimonios que “ahora se pueden”, la fascinación por las especies autóctonas y su fanatismo y su rendición a los pies de un imperio extranjero que quiere comprar todo el bosque sureño. Una contradicción atrás de otra. Se autoproclama bueno pero hacer el mal le da brillo a sus ojos. Después de su discurso, el personaje de Germán Rodríguez casi que se retira de escena realizado, ha cumplido una misión, esta más facho que antes, le crecieron los bigotes y le cambio el tono  de la voz y el tono del uniforme color  verde. Un ascenso cantado. Va a cumplir una misión y todos los demás, obsecuentemente y con fingida emoción y complicidad, lo despiden y festejan su maravilloso y violento desempeño. El juego lo juegan todos pero cada uno tiene que estar atento a su propio juego porque si no una prenda tendrá, como dice Antón pirulero (¿o Antón pistolero?). El juego da para el ninguneo, para el individualismo, tener miedo del otro o sospechar del otro, para la violencia en general incluso sin importar distinción de género, se puede maltratar al otro porque el juego lo habilita. Después de todo es evidente que gana el más fuerte, este juego no es para flojitos. Si alguien se equivoca es señalado pero si hay aciertos todos se los quieren adjudicar. Un impredecible juego de azar.

Hay una corriente de investigación desarrollada por la investigadora postdoctoral del CONICET, Noelia Enriz (en su artículo publicado en diciembre de 2011) que estudia la relación entre la antropología y el juego como fenómeno social. Allí sostiene que Handelman (1974) expone que los primeros abordajes se interesan por los diversos mensajes que en el marco del juego se brindan sobre aspectos de la sociedad. Desde la perspectiva de la filosofía griega, surgieron expresiones que otorgaban al juego valor como elemento de “adiestramiento” de la personalidad y por lo tanto de los comportamientos de los ciudadanos dentro de la polis. Así el juego desde los orígenes de la idea y práctica del mismo, se estudiaba y desarrollaba entre reglas, normas, roles, comportamientos, aceptaciones, tolerancias y prohibiciones. Así, para Platón en Las Leyes (1998), la sociedad ateniense debía atenuar su corrupción con una educación en valores centrada en el juego. El juego era percibido como un elemento disciplinador que sería tutorado, apuntando a la formación en valores de interés para el orden social. Esta línea, derivada del deporte, presenta una interesante vinculación entre juegos, doctrinas y prácticas. Si bien actualmente el juego nos remite a libertades lúdicas, su origen fue cuidadosamente sistematizado para un fin específico: controlar al ciudadano. Hay algo de esta corriente antropológica circulando en el ambiente que se respira en la obra que nos convoca, Camuflaje.

Es posible afirmar que el otro juego, el de la obra de teatro escrita y dirigida por Federman es un juego  atrapante y raro, provoca carcajadas por la exacta precisión de reloj con la que lo actores interpretan este admirable cuento cómico y altamente lúdico. Hay un juego dentro de un juego, el que juegan los personajes y el dispositivo que pone en funcionamiento su director con los actores. Elige narrar la historia con escenas cortas o muy largas y todas interesan por partes iguales. El director diseña en teatro –algo pocas veces visto- una especie de edición o montaje en un sentido fílmico. Elige cuidadosamente que parte mostrarnos y cómo. Vemos situaciones, fragmentos que tienen coherencia o no pero que son acertadas en el momento en que suceden así como también se repiten y cobran otro sentido en una escena posterior. Un juego de mamushkas rusas delirante. Federman ingresa, con esta obra de teatro, una vez más a diversos planos de la comedia, del humor, de la tragicomedia, del recorrido de la comicidad en un trabajo de interpretación actoral profundo y creíble. Algo de esto ya sucedió en No me dejes así (también con Guerty y elenco) y en ¡Pará, fanático! (con un Carlos Belloso brillante en un unipersonal de 2002). También el mismo director se permitió aportar luz a propuestas comerciales que sin su intervención no hubieran sido especiales, como la dirección de actores lograda en el musical Sweet Charity (con uno dúo poderoso entre Flor Peña y Nico Scarpino) o The Pillowman (debut teatral de Pablo Echarri), entre otros montajes.

Hay una especial utilización del concepto de “adaptación” (objetivo fundamental en todo juego) en la propuesta de Camuflaje, la adaptación que manejan los actores en el juego dentro del juego (es decir en la acción), la que propone el texto y la de la dirección (el juego de la puesta en escena). Es una obra camaleónica, que es y que aparenta una criatura dentro de otra, así como para la biología el camuflaje es la ocultación de animales (o para el ejército) vestir objetos militares mediante cualquier combinación de métodos que permita pasar desapercibidos, así sucede con esta obra. Una de las características del camuflaje es la mimetización, es decir lograr la igualación exteriormente, lograr símiles al hábitat y así pasar desapercibidos. El camuflaje también es considerado una herramienta para retrasar el reconocimiento de algo real. Involucra el engaño, la mentira, el artificio y la apariencia. Puro teatro.


Créditos:
Camuflaje
Miércoles 20,30hs en La Carpintería, Jean Jaures CABA.
Elenco: Eugenia Guerty, Germán Rodríguez, Lisandro Fiks, Nestor Caniglia, Soledad Bautista.
Dramaturgia y dirección: Enrique Federman
Vestuario: Analía Morales
Escenografía: Mariana Tirantte
Iluminación: Omar Sergio Possemato
Música original: Pablo Martin
Asistencia artística: Juliana Ascúa




sábado, febrero 24, 2018

TV | BLACK MIRROR, ese oscuro objeto de deseo moderno



Por Darío Cortés.

Creada por Charlie Brooker en Gran Bretaña y emitida internacionalmente por Netflix, la serie antológica de ciencia ficción aborda los conflictos humanos en el marco de las nuevas tecnologías y la inminencia del futuro.

“Comienzo a pensar que en la ciencia ficción
se narra la destrucción de algo”
Crónicas marcianas, Ray Bradbury.

La fórmula del drama del hombre moderno desde la óptica de esta ficción está compuesta por el avance tecnológico, los sucesos extraños y escalofriantes, la adicción a las pantallas e internet, el cruel avance del tiempo y el futuro puestos a prueba en historias de una hora de duración o más (casi un telefilm por capítulo o formato unitario). No cabe duda que todos los componentes están dando tanto éxito a la serie que ya generó tendencia y abrió el juego para nuevas producciones de tv y películas de ciencia ficción.

Tal vez se trate de una propuesta que supo instalar desde el 2012 un género que estaba diluyéndose y puso en foco y en la mira el gran drama de esta época a través de interpelar al espectador con preguntas incisivas: ¿Cómo seguirán cambiando las formas de comunicarse, sentir, amar y vivir en un futuro cada vez más acuciante de avances y dependencia tecnológicas? ¿Qué pasa en un mundo en donde las identidades y las relaciones humanas pierden la realidad de las emociones cara a cara y aparecen mediatizadas no solo por la voracidad del dinero y el poder –la pesadilla según Georg Simmel- sino también por el mundo virtual de las pantallas, las imágenes, las redes sociales, las aplicaciones y los celulares sofisticados (la pesadilla también de Orwell, de Bradbury, de Dick o de Clarke)? El viejo dilema ético de la ciencia martillo que ya anticipara Mary Shelley en Frankenstein: ¿el saber - poder científico está al servicio del bienestar humano o de su destrucción?

Transitando estos interrogantes la serie que comenzó propiamente como un telefilm ganó un premio Emmy Internacional en esta categoría en 2012. A partir de este galardón y el reconocimiento de la industria internacional se fueron ampliando los episodios en cada temporada y en 2015 Netflix absorbió el proyecto y se hizo cargo de sumar más capítulos hasta llegar a la cuarta temporada lanzada a finales del 2017 y que sigue fascinando, molestando y perturbando a los espectadores por partes iguales.

Charly Brooker declaró en una entrevista para el periódico The Guardian en diciembre de 2012: “Si la tecnología está siendo considerada como una droga que afecta a casi toda la población mundial y se siente como tal, entonces ¿cuáles serán  los efectos secundarios en unos años? Esa hipótesis merodea en cada capítulo. Esa zona, entre el placer y el malestar incierto producido por la dependencia tecnológica y la tecno-paranoia en un tiempo futuro,  es donde la serie se ubica. El espejo negro del título es el objeto que cada vez más frecuentemente  nos encontramos frente a nuestros ojos. En cada pared, en cada escritorio, en la palma de cada mano, la pantalla fría y brillante de un televisor, un monitor, un smart phone está invadiendo nuestro tiempo. En la calle se puede ver… ese espejo negro domina cada vez más nuestras conductas. ”


Amazon Series produjo recientemente una fallida adaptación de relatos del brillante autor Philip Dick llamada Electric dreams buscando así una competencia por el primer puesto que parece ocupar solo Black Mirror. Uno de los autores más destacados por la originalidad de sus obras en ciencia ficción no fue bien adaptado a la tv con historias como: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) – historia que también inspiró a la 
película Blade Runner (1982) –, Tiempo de Marte (1964), La transmigración de Timothy Archer (1982), entre otras.

En el sentido, la propuesta de Brooker y Netflix  es directa y no anda con vueltas pretenciosas. El comunicado que publicó Endemol (primera productora de la serie) menciona: “Black Mirror está inspirada en Relatos de lo Inesperado y La Dimensión Desconocida, en autores clásicos de ciencia ficción y se nutre del malestar contemporáneo que amenaza y enferma al mundo moderno. El equipo de guionistas es excelente, la dirección del casting también y cada actor  interpretar el papel adecuado”. Es decir, los dueños de la serie saben que no están creando nada nuevo. Saben que existe antes que ellos Philip Dick, Ray Bradbury y Stephen King que el día del lanzamiento tuiteó: “No puedo dejar de ver Black Mirror” (si, es impresionante, el mismísimo King es fan).

Tal es el fenómeno generado por  la serie que Jodie Foster pidió dirigir (“Arcángel”, temporada 4) y fascinó a Robert Downey Jr (“Toda tu historia”, temporada 3)  al punto de que compró los derechos para producir un guión cinematográfico. A su vez, Jon Hamm (el actor protagonista de Mad Men) le pidió a su representante que llame a Brooke para actuar  (“Blanca navidad”, temporada 4)  y lo propio hizo Rupert Everett (“15 millones de meritos”, temporada 2:). Por su parte, la ascendente actriz Bryce Dallas Howard se destaca en una brillante composición de una mujer adicta a las redes sociales donde todo lo que hace está regido por los likes que obtiene o no con sus publicaciones (“Caída en picada”, temporada 3), que perturba poderosamente por su juego de claroscuros dramáticos.

Evidentemente la serie Black Mirror se convirtió en un fenómeno contemporáneo y supo proponer un giro en el género. En internet se encuentran fanáticos y detractores pero es indudable su mérito creativo y la creciente fascinación que suman adherentes  tal vez porque da cuenta del Zeitgeist de relaciones problemáticas con los nuevos y adictivos juguetes tecno.

Lucrecia Martel o Pedro Almodóvar se oponen a las plataformas de series y films on line y no ofrecen algunas de sus películas en esos sitios, así como algunos periodistas señalan que existen síndromes consumistas y enfermos en estos hábitos que son fomentados por las mismas plataformas. Particularmente no creo que el género vaya en relación con la calidad de las producciones ni que las series sean el nuevo opio de los pueblos. Aun aquellas filmadas con escasos recursos o con iphones debieran tener su oportunidad en el campo artístico.

En ese sentido Black Mirror constituye una serie ejemplar y  conforma una parábola retorcida en tiempos oscuros y neoliberales donde las redes sociales influyen en las mentes y los corazones de las personas y puede ser considerada como una atinada metáfora apocalíptica de la humanidad.

Aquí una lista de capítulos recomendados por este blog:

TOP TEN BLACK MIRROR

1) Blanca navidad (Temporada 4, episodio 2): dos hombres en una cabaña remota. Afuera sólo hay nieve. Es navidad. Buen momento para decir la verdad.

     2)  El himno nacional (Temporada 1, episodio 1): el primer ministro es obligado a tener sexo con un cerdo adiestrado y es filmado por cámaras transmitiendo en vivo para todo el mundo.

     3) Caída en picada (Temporada 3, episodio 1): la vida de una mujer depende del status en las redes sociales y cada movimiento que realiza está legislado por sus calificaciones en las aplicaciones.

4) Crocodile (Temporada 4, episodio 3): en un futuro donde es posible capturar los recuerdos de algo vivido a través de una pantalla y grabar esto en un disco rígido, una investigadora de seguros rastrea un accidente y se cruza con una arquitecta que guarda un secreto.

     5) Hang the Dj (Temporada 4, episodio 4): dos jóvenes se conocen a través de una aplicación para citas que sugiere el tiempo que esa relación va a durar.

6) Vuelvo enseguida (Temporada 2, episodio 1): al descubrir un servicio que permite interactuar con alguien ya fallecido, Martha tiene la esperanza de reencontrarse con su novio.

     7) Toda tu historia (Temporada 1, episodio 3): los seres humanos de este futuro no tan lejano, llevan un implante que sirve para registrar todo lo que ven y hacen. Así los recuerdos se vuelven una película que queda grabada en la mente y cada detalle es una condena.

8)15 millones de méritos (Temporada 1, episodio 2): en una sociedad segregada que se alimenta de competencias y telebasura una chica deberá ganarse a los jueces de un reality para ganar su libertad.

9) Arcángel (Temporada 4, episodio 2): un localizador de última generación parece la solución perfecta para la tranquilidad de una madre soltera, hasta que descubre que el programa tiene oscuras aplicaciones involuntarias.

10) 
Sanjunípero (Temporada 3, episodio 4): en un pueblo costero en 1987, dos chicas sienten una conexión instantánea que parece desafiar las leyes del tiempo y del espacio.




sábado, febrero 17, 2018

EXPO | MÉXICO LINDO, últimos días de arte & revolución en el MALBA



















por Adrián Melo.


El próximo 19 de febrero termina en el MALBA la monumental exposición México moderno, vanguardia y revolución que reúne a artistas de la primera mitad del siglo XX que reflejaron en sus obras el surgimiento en el México post- revolución de una nueva cultura erótica.


Cada Revolución genera su ideal de erotismo y su iconografía sexual. En ese sentido, la Revolución Mexicana no fue una excepción. Por un lado, construyó arquetipos de la virilidad y el machismo en revolucionarios tales como Pancho Villa o Emiliano Zapata.  Incluso el historiador John Reed trazó el retrato de un Villa sensual y mujeriego y Nellie Portobello en esa obra literaria inefable llamada Cartucho rescató para la historia la belleza varonil y el atractivo sexual de anónimos soldados anónimos villistas. Años más tarde la cinematografía terminó de plasmar esta imagen al recurrir a galanes tales como Pedro Infante o Marlon Brando para interpretar a Villa y a Zapata.

Por otro lado, la Revolución Mexicana debilitó el peso de las prohibiciones morales en términos de sexualidad. Para oponerse al laicismo ultramontano de Porfirio Díaz no solo creó un imaginario de revolucionarios ardorosos sino también de mujeres amantes que no dudan en sacrificar su virginidad para saciar a los valientes y colaborar de esa manera en los ideales de la Revolución. Asimismo el trastocamiento de la vida cotidiana con las tomas de ciudades, las violaciones a mujeres y la oleada de prostitutas ponen sobre el tapete nuevas formas que toman las sexualidades. Como suele suceder en tiempos de catástrofes o de pestes, el caos de la revolución, la sensación de fin del mundo y el peligro palpable de una muerte inminente generan una especie de anarquía, un resquebrajamiento de las leyes y de la moral y una necesidad vital de gozar y pecar que puede resumirse en el lema: “Cojamos que se acaba el mundo”.

Ese fue el marco que posibilitó incluso a despecho de los revolucionarios homófobos (al enterarse la homosexualidad de su colaborador Manuel Palafox, Zapata barajó la idea de fusilarlo) que en la década del veinte del siglo XX emergiera un conjunto de artistas y escritores que viven de manera más libre sus sexualidades en general y de forma más o menos explícita las sexualidades diferentes a la heterosexualidad. Cierta visibilidad gay en el contexto de las vanguardias mexicanas es hija de la difusión de las ideas de Freud, los nuevos aires de despertar erótico a nivel internacional producto de la reacción a la Gran guerra y a nivel local la revolución.

México moderno, vanguardia y revolución, la monumental exposición (alrededor de 170 obras y de 60 artistas) que con el aporte del Museo Nacional de Arte de México se presenta en el MALBA no puede soslayar la manera en esa pequeña revolución sexual mexicana se plasmó en la pintura y en la fotografía. A continuación, una visita guiada queer por la muestra.

El destape de la mujer
Tras la revolución y en el marco de un protofeminismo que se manifestaba a nivel latinoamericano en diversas figuras artísticas, políticas o literarias (los ejemplos de Alfonsina Storni, Victoria Ocampo y Alicia Moreau de Justo en Argentina) el cuerpo femenino dejo de ser mitológico o religioso para convertirse en símbolo de la liberación de tabúes en materia de intimidad y de sexualidad. Las fotografías de Antonio Garduño de Nahui Olin desnuda o el Desnudo de Tina Modotti en la azotea de Edward Weston, ambas de 1924, dan cuenta de estos cambios de viento.

Retrato de Frida Kahlo (en imagen)

Asimismo artistas como Lola Cueto o María Izquierdo entre otras utilizan su identidad personal para utilizar lo simbólico, lo onírico del surrealismo y sus deseos. Y por supuesto, el broche de oro está en la diva de gays, lesbianas, travestis y trans que ocupa un lugar preponderante en la exhibición. En las fotografías de Imogen Cunningham de 1931 se destaca esa belleza andrógina que no se basa en patrones clásicos. Asimismo sus perturbadores autorretratos que se detienen en las cejas pobladas y en el vello del rostro parecen enorgullecerse de la ambigüedad sexual. Las imágenes dolorosas, el cuerpo amputado y ortopédico plasmado en dibujos y pinturas que narran su propia vida plagada de accidentes denuncian una vida de sufrimiento que puede ser leída como metáfora del cuerpo aprisionado de la mujer en las sociedades patriarcales a la vez que como vía crucis laico cuyo énfasis en la tragedia coincide con cierta celebración de la muerte mexicana. A la vez que estas imágenes se plasman en arte la vida de Frida se convierte en una obra de arte y con el tiempo se hacen más o menos públicos sus romances con hombres y mujeres (León Trotsky, algunas amantes de su esposo Diego Rivera, entre otras). Las múltiples posibilidades de vivir el amor de Frida queda reflejado en el Retrato que de ella realizó Irene Bouhusen en 1947.

También surgen divas potentes y sensuales como Dolores del Río fotografiada respectivamente en 1925 por Tina Modotti y por Cecil Beaton en 1932 (éste último la fotografió semidesnuda en pose sensual en medio de una selva artificiosa en el papel de Luana de la película “Ave del Paraíso”) y retratada por Rosa Roanda en 1949.

El ciudad y los gays
José Guadalupe Posada, cuyas ilustraciones de Catrina y de calaveras en escenas costumbristas construyeron un verdadero folklore cuya máxima expresión es el Día de los Muertos, también fue pionero en representar la homosexualidad y llevarla a la imprenta en sus grabados testimoniales como El baile de los 41. Aprehensión (sic) de hombres vestidos de mujeres. El pueblo les silva (sic) y apedrea del 20 de noviembre de 1901. El dibujo da cuenta de un hecho fundacional en la historia de la homosexualidad en México: un baile de gays y travestis que terminó en redada policial. 

Lejos de estas visiones condenatorias, el protagonismo de la ciudad y el cosmopolitismo que ponen de relieve las vanguardias ponen en el ojo de la escena artística la posibilidad real de encuentros sórdidos y anónimos, de levantes callejeros, de formas semiocultas de amar que ofrecen las grandes urbes modernas.  En este contexto surge una figura extraordinaria como Xavier Villaurrutia cuyos poemas Nocturnos (1931) constituyen verdaderas instantáneas de la vida homosexual en la ciudad, verdaderos spleen baudelerianas gays. Ambientados en la noche de los centros urbanos, en la oscuridad de las plazas, los cines, debajo de los puentes o en lugares más o menos sórdidos y más o menos oscuros los poemas de Villaurrutia describen con inusual belleza poética  las hermosuras anónimas de los muchachos que pasan, que yiran, que lo tocan y verdaderos cantos al amor que no osa decir su nombre: “TODO lo que la noche /dibuja con su mano /de sombra: /el placer que revela,/ el vicio que desnuda. / (…) Todo lo que el silencio hace huir de las cosas:/el vaho del deseo,/el sudor de la tierra, /la fragancia sin nombre /de la piel./Todo lo que el deseo/unta en mis labios:/la dulzura soñada/de un contacto,/el sabido sabor/de la saliva./Y todo lo que el sueño/hace palpable:/la boca de una herida,/ la forma de una extraña,/la fiebre de una mano/que se atreve.” 

La ciudad de México es retratada en su anarquía (la obra de Lola Álvarez Bravo) y la calle de Cuauhtemozin, la del pecado y las prostitutas es inmortalizada por la fotografía de Henrie Cartier – Bresson que muestra a dos cortesanas contemporáneas asomadas a una ventana y en la pintura La calle de Cuauhtemozin (Emilio Baz Viaud, 1941) que bien podría ser un nocturno de Villaurutia. En el lienzo un grupo de prostitutas ofrecen sus servicios sexuales en la vereda mientras que en un primer plano dos jóvenes abrazados  de espalda, vestido con ropa ajustada uno y con un jardinero el otro, las contemplan y no parecen dispuestos a detenerse.

El auge de las escenas urbanas permiten retratar a musculosos obreros de la construcción (Francisco Eppens, Constructores, 1935), hombres ambiguos, dandys o ligeramente afeminados (Julio Castellanos, Retrato de hombre, 1925; Diego Rivera,  Retrato de Adolfo Best Maugard, 1913 y Autoretrato, Adolfo Best Maugard, 1922). Y un poco más alejado de las ciudades eróticos mineros de espaldas (Antonio Ruiz “el Corcito”, Mineros, 1941), viriles mujeres deportistas que sin duda encendieron pasiones de otras mujeres de la época (Ángel Zarraga, La futbolista, 1926), mujeres bañándose (Las Bañistas, 193 y bellos muchachos que juegan al tenis mientras posan en extrañas poses (Abraham Ángel, Retrato de Hugo Tighman, 1924).

Y la frutilla en el postre, la figura mexicana insoslayable: Salvador Novo retratado por Manuel Rodríguez Lozano en El taxi (1924). Conocido por su pasión por choferes y conductores que para estar cerca de ellos los llevó a escribir en la revista del Sindicato, El Chafirete, Novo aparece dibujado como el paroxismo del dandy: joven y guapo, impecable, con las cejas depiladas y los labios intensamente rojos preparados para ser besados. A través de la ventana se ve la ciudad de México en los símbolos que la metamorfosean en metrópolis contemporánea: tranvías, edificios modernos, luces… Novo está en el interior de un taxi pero viste una prenda que parece una bata de baño. Los interiores del vehículo son la extensión del dormitorio de Novo. Rodríguez Lozano captó a Novo en uno de sus tantos escarceos eróticos nocturnos, aquellos que sin destino fijo y conducido por viriles choferes lo llevaba cual vagabundo sexual de un punto a otro de la ciudad.

La vitalidad erótica que los sueños redentores de la revolución imprimieron al México de la primera mitad del siglo XX rezuma todas la muestra y se refleja tanto en las nuevas búsquedas de la identidad nacional -imperdible en ese sentido la pintura Nuestros dioses antiguos (1916) de Saturnino Hernán-, como en la recurrencia a motivos clásicos de la cultura popular como los carnavales (la carne que vale), las mascaradas, los trabajadores, el reino del bajo vientre.

Créditos:
México Moderno. Vanguardia y Revolución, 3.11.17 – 19.02.18, 
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), Figueroa Alcorta 3415.

lunes, febrero 12, 2018

TEATRO | MIEDO con Albert Pla & Mondongo, imperdible



Por Darío Cortés.

El multifacético artista catalán Albert Pla junto a los performáticos argentinos Mondongo presentan MIEDO en el Teatro Regio (Complejo Teatral de Buenos Aires) recurriendo a la música, canciones, textos teatrales y tecnologías para crear un espectáculo multimedia de poética sorprendente, entrañable y con un alto sentido del humor (negro).

A lo mejor todo lo que nos ocurre en la vida
no es más que una larga preparación para abandonarla, sin miedo”,
El mar, novela de John Banville.


Entra a escena un hombre vestido con una túnica y botas de lluvia. No sabemos si inicia un viaje de muerte o de vida. Atravesando una selva oscura y a bordo de una humilde barca se conduce por el lago, llega al Infierno y luego al Purgatorio. El sonido, la iluminación y la puesta multimedia en general introducen al espectador a un mundo de miedos dominados por un fantasma recurrente: una niña viste una prenda con una capucha de color rojo. Según los hits del terror tanto en literatura como en cine, desde Poe o Lovecraft hasta Stephen King, cuando aparece un niño o una niña rubia con la cara medio oculta y comienza una cuenta regresiva en voz alta es una señal de que el miedo entra en acción. El hombre se prepara para la tormenta, para el viaje, para su muerte o para una visita a su propia vida. No es un recorrido inocente, los saltos conducirán en una hora veinte minutos de espectáculo a las pesadillas más recurrentes de su existencia.


Es fascinante la obsesión de los artistas por el mundo desconocido de la muerte, desde Dante Alighieri y La Divina Comedia (1307) pasando por Fernando Pessoa y su Libro del desasosiego (1982) donde menciona: “En lo que nace también late lo que ha de morir”. Hasta los tiempos presentes el artista o escritor necesitó y necesita hablar del miedo a la muerte y el terror de estar vivos para al menos conseguir una suerte de liberación en la muerte, porque como sostienen el personaje de Albert Pla en MIEDO: “Ahora ya no me importa ni la enfermedad, nada me duele porque me morí. Desde que se que estoy muerto, ya nunca me pongo enfermo”.

¿El espectáculo es una comedia musical? No. ¿Es un concierto? No. ¿Es una performance multimedia para provocar estímulos? No.  Lo que logran MIEDO es todo eso remixado y una fórmula que tiene mucho más que todo eso. No es una comedia musical porque las canciones no forman un todo ni un cuadro musical en sí mismo, ni tampoco hay un despliegue de baile de estilos y ampulosidades. Las canciones acompañan a relatar eso de lo que quiere hablar Pla y las interacciones visuales y las acciones del actor sólo en escena ya no alcanzan: ahí aparece la palabra cantada, casi por necesidad dentro del exorcismo escénico del pánico. En una sucesión de textos que no buscan un estilo estrictamente musical, sino acompañar la aparente soledad que plantea la obra por la angustia de estar vivo. Pla canta los miedos del personaje desde la infancia, pasando por la adolescencia hasta la adultez. Miedos más, miedos menos son casi siempre los mismos.  “Las canciones se van desgranando como una manera de espantar o enfrentar los propios miedos. Y finalmente la catarsis de la risa, de la liberación” se menciona en el programa de mano.

La palabra catarsis fue descrita por Aristóteles en Poética en la definición de tragedia como purificación emocional, mental, corporal y espiritual. A través de la experiencia de la piedad y el temor los espectadores experimentarían la purificación del  alma de esas pasiones. Es decir que para Aristóteles la catarsis es la facultad de la tragedia de redimir al espectador de sus bajas pasiones.  Y si relacionamos los clásicos conceptos utilizados por el arte dramático para definir este espectáculo es posible mencionar otra idea fundamental: mímesis. Como sostiene Erich Auerbach: “Aristóteles utiliza, para denominar la imitación de la naturaleza, la experiencia de la vida como fin esencial del arte. El ejercicio mimético obliga el uso de rasgos representativos, para dar cuenta de un parecido o semejanza a la vida, a través de una analogía”. Y al mencionar a Aristóteles es posible nombrar el Segundo Libro de la Poética, el libro que se considera perdido del estagirita y que trataba sobre la comedia. Aquel que según la hipótesis de Umberto Eco en El nombre de la rosa (1980) versaba sobre el papel de la risa y del papel subversivo de la risa en la lucha contra el poder. Porque el poder se asienta sobre los miedos y la risa libera al aldeano del miedo al diablo.

El viaje que propone Albert Pla enaltece estos conceptos o ideas y los lleva al paroxismo y naturalmente con humor. También hay lugar para burlarse del arte conceptual y lo más interesante es que la instalación teatral sucede dentro de un dispositivo multimedia que si bien es bello y complementa perfecto con lo que propone el espectáculo no tiene pretensiones ciegas, sino llegar al público a través de estímulos sensibles.

Los treinta años de carrera de actividad musical y actoral del catalán Albert Pla más lo sólido de la propuesta sostienen un espectáculo unipersonal o monólogo. El artista escribió y compuso canciones para películas de Pedro Almodóvar y Álex de la Iglesia, participó en varios largometrajes como actor y si bien su primera obra se remonta a 1989 (Ho sent molt) desarrolló un posible género con espíritu multimedia  desde su Canciones de amor y drogas (2003) hasta Guerra (2015). 


Un género de universos singulares que siguen produciéndose en los escenarios teatrales del mundo, conciertos teatrales o teatro música y multimedia como ocurre con "Mamá Punk" antiópera homanaje a Nina Hagen, una dirección de Karina K y protagonizada por Cynthia Manzi. Este espectáculo se reestrenará el 14 de abril en el teatro Ludé junto a un equipo de artistas que incluye a Tino Tinto en la asistencia de dirección. Tanto en el que se presenta desde España hasta un producto nacional se puede apreciar que es un formato que sacude al espectador por su impacto visual profundo, lo entretiene y lo hace tomar conciencia de algunos temas.

La dirección de MIEDO es de Pepe Miravete, el autor es el mismo Albert Pla y el diseño de arte está concebido por Mondongo, grupo de artistas que desde el 2013 pisa fuerte con sus instalaciones artísticas en varios puntos internacionales, al mando de Juliana Laffitte y Manuel Mendanha que enmarcan profundamente este MIEDO que no se pueden perder hasta el 11 de Marzo 2018 en el teatro Regio. Un viaje íntimo y personal, desde la infancia hasta más allá de la sepultura, por las sensaciones, las emociones y los sentimientos que produce ese fantasma que vive en nuestra mente alimentado por nuestros pensamientos.

lunes, febrero 05, 2018

CINE | 3 ANUNCIOS POR UN CRIMEN, el humor en la tragedia

















Por Darío Cortés.

 

El cineasta y dramaturgo Martin McDonagh se destaca en su nueva apuesta. Una película que habita terrenos dolorosos y profundos pero con un ácido sentido del humor negro que la rescatan del infierno de la tragedia y la convierten en una joya imperdible de la cartelera de cine. Ganadora en los Globo de Oro como mejor película (entre otras nominaciones) y favorita a los Óscar, presenta a una Frances Mc Dormand que descolla.



El comienzo es arriesgado: Mildred Hayes (Frances McDormand) una mujer de 50 años cuya hija ha sido violada y asesinada, decide frente a la inoperancia policial iniciar una batalla contra Bill Willoughby (Woody Harrelson), el sheriff local.

Con ese punto de partida, la película podría seguir de muchas formas esperables, lógicas, incluso trágicas. Sin embargo se centra en el momento en que Mildred  agobiada por el dolor y las dudas decide alquilar tres vallas publicitarias en Drinkwater Road, en una entrada de la carretera, un camino poco significante para el pueblo.  Los tres carteles están dirigidos a la policía específicamente de parte de una madre que aún no perdió la calma pero exige respuestas y quiere  justicia en relación al asesino de su hija. La historia se vuelve más compleja aún cuando entra en acción Dixon, siguiendo de cerca a la madre dispuesta a todo. El segundo oficial al mando interpretado por Sam Rockwell es un inmaduro uniformado aficionado a la violencia de cualquier clase. La contienda entre Mildred y las fuerzas policiales no hace más que empeorar.

 

Cuando un dramaturgo de la talla de McDonagh se pone esta historia al hombro desde la dirección y la autoría del guion es posible captar que reprodujo en pantalla grande la línea de búsqueda de su teatro que oscila entre lo grotesco, lo bizarro, lo violento y el humor negro con el objetivo de “sacudir” al espectador. El realizador anglo irlandés definió con sus propias palabras esa vertiente como “in-yer-face” (desarrolladas en sus obras de teatro Pillowman o A Behanding in Spokane). Esa cocina experimental maravillosa que puede ser también el teatro le sirvió a McDonagh para llevar al cine esta propuesta en: Escondidos en Brujas (2008), Siete Psicópatas (2012) y la tercera película, producida en 2017.

 

La historia que presenta en su último film lleva a McDormand a componer una variante femenina y moderna del clásico héroe de western que se pelea con todo el mundo. Según las palabras del director el personaje protagonista de 3 anuncios…  está inspirado en Ethan Edwards, el personaje de John Wayne en Centauros del desierto (1956) de John Ford. Tanto el de Wayne como el de McDormand son seres algo racistas y están atravesados por la ira, la rabia y el dolor pero ambos logran una gran empatía con el espectador. La vuelta de tuerca descomunal que consigue la película, encarnados estos conflictos en una madre sola que necesita saber qué le ocurrió a su hija y reclama a los responsables que pongan manos a la obra en la investigación, inicia un derrotero desde el dolor hasta el absurdo. Una interpretación implacable, una mujer dura pero rota por dentro, enfurecida y sin remordimientos que pone a prueba la estructura de una ciudad-pueblo.

 

Hay una cosa algo cuestionable en el guión y es que posiblemente los personajes en sus diálogos contesten, reaccionen o argumenten de una manera demasiado clara y lúcida en todo momento, pero puede ser un defecto o una trampa para los espectadores del autor-director con el objetivo de poner a prueba los prejuicios sobre lo que parecen, hacen, piensan y dicen los personajes y un juego, con intención, de los estereotipos de la América profunda.

 

Es destacable que el film haga reír sin desearlo a priori, en una combinación original de comedia y drama. Aunque nunca se pierde el recuerdo del asesinato de la hija de Mildred, que es el punto de partida y el motor anímico de todo lo demás, existe una dosis justa de humor. El director crea un estilo personal que recuerda al cine de los hermanos Coen. La película es contundente, compleja y contradictoria. En una reducción de una ciudad del interior de USA deja ver los peligros de las actuales polarizaciones políticas y en medio de todo eso varias cuestiones que no son la misma cosa, sino que cada una por separado es un conflicto específico también manifiesto en la historia y también corresponde a cuestiones políticas: la justicia, el machismo, la policía como institución, el racismo, las enfermedades terminales, la violencia y la fuerza inquebrantable de una mujer que no es vista con buenos ojos por ninguno de sus vecinos porque no se queda sentada en su casa a llorar ni a esperar nada, sino que lo sale a buscar.

 

 

 

Créditos:

Título: Tres anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri)

Estrenada en Argentina 18 de enero 2018-02-05

Director y guionista: Martin McDonagh

Elenco: Frances MCDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell…

Duración: 1h 55m

Género: Drama

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