martes, noviembre 19, 2019

TEATRO | DANZA MACABRA, maravillosa y decadente destrucción











Por Darío Cortés.

En un universo que se mueve como un vaivén catastrófico y esquizoide, se planta este destacado montaje teatral escrito por August Strindberg y dirigido por Analía Fedra García. Protagonizado por Leonor Manso y Antonio Grimau, junto a Gustavo Pardi. Se presenta en el Teatro Regio y se convierte en una propuesta imperdible en tiempos narcisistas, compulsivos y crisis de las que no se salvan ni las alianzas, aparentemente, más fuertes.


Es imposible analizar esta potente y relevante propuesta teatral sin considerar brevemente la figura del autor. Es cierto que el análisis literario y la crítica teatral analogadas únicamente a la biografía del creador es una idea algo vetusta. Pero al tratarse del escritor y dramaturgo sueco August Strindberg (Estocolmo, 1849-1912), es una cuestión aparte y necesaria para entender la dinámica diabólica y los incontables ambientes ominosos a los que nos sumerge la propuesta.


Un autor en el que sus obras se ven plasmados desde el historicismo de cuño romántico y el realismo naturalista hasta el simbolismo y el expresionismo. Escribió El padre (1887), La señorita Julia (1888), las tres partes de Camino de Damasco (1898-1904), Sonata de espectros (1908) y El pelícano (1908), entre otras.

La obra Danza macabra (“Dödsdansen” en sueco, también traducida  –no casualmente– como “Danza de la muerte”) fue estrenada en el año 1900 e indefectiblemente es hija de su época y una creación amalgamada a la desesperada vida de su dramaturgo, que la escribió tres años antes de su muerte.
Considerado como uno de los escritores más importantes de Suecia y reconocido principalmente por sus obras de teatro, se lo tiene en cuenta (dentro de la Historia del Teatro) como el renovador del teatro sueco y precursor del "teatro de la crueldad" y "teatro del absurdo". Su carrera literaria comenzó a los veinte años de edad. Su extensa y polifacética producción ha sido recogida en más de setenta volúmenes que incluyen todos los géneros literarios. Se interesó por la fotografía y la pintura, y en una etapa de su vida le obsesionó la alquimia. Sufría enfermedades mentales como la esquizofrenia o delirios persecutorios, entre otros. Esta peculiaridad dotó a su obra de una especial fuerza intensa y dramatismo potente, profundo y oscuro. Sintiéndose atacado y perseguido por el movimiento feminista, como se afirma en sus biografías, su feminismo de juventud se transformó y se acercó a los bordes de la misoginia.

Entre sus obras más destacadas como la que aquí se recomienda,  la violencia psicológica es un eje transversal. En la mayoría de sus obras hay dos mentes enfrentadas, una dispuesta a destruir a la otra o viceversa; o un individuo dispuesto a corromper al otro, que como diría Otto Rank: “el otro no es más que uno mismo”. O sea que la obra de Strindberg se inscribe en la serie de piezas que abordan la crisis matrimonial, la violencia doméstica, la violencia familiar, la violencia de género y sin lugar a dudas la destrucción a través de la corrupción de la institución matrimonial y de la autodestrucción en sí misma como tema central omnipresente. En su universo creativo, si la mente más fuerte suele acabar con la más débil, no siempre tiene por qué ser así, puede suceder lo contrario y hasta se duda de quién es el débil y el fuerte. La guerra de sexos y los ataques al matrimonio como norma son el tema recurrente en su obra que está directamente influenciada por sus tres desastrosas experiencias matrimoniales, como también se menciona en las diversas bibliografías que recorren su vida y su obra. Jordi Guinart, escribiría en Strindberg: desde el infierno citando al  propio autor en una apreciación acerca del extraño vinculo del matrimonio: “aunque un marido viviera más de cien años nunca podría saber nada de la verdadera existencia de su mujer. Podrá conocer el mundo, el universo, pero nunca a esa persona que convive con él. Es un ser desconocido”.

Estos conceptos nos llevan a pensar en lo que Sigmund Freud llamaría “siniestro” (u “ominoso”) como aquel rasgo que habita en lo más íntimo, propio y corriente de un individuo y su cotidianidad.

En Danza macabra, Alicia y Edgardo están por festejar sus bodas de plata. La visita de Kurt, quien los unió hace veinticinco años, despierta nuevos juegos de seducción y destrucción en el matrimonio, hasta desatar una batalla feroz. En  esta pieza se mezcla de manera magistral lo cómico y lo dramático, el deseo de ser amado y el de destruir al otro. La propuesta invita a reírnos del horror de los vínculos cercanos entre los individuos y a estremecernos del descenso al infierno del cual es capaz una persona con el único fin de someter a otra y en su afán de auto afirmarse.

Leonor Manso (Alicia) habita un abanico interpretativo tragicómico admirable y multicolor en un claroscuro más oscuro que claro. Compone con maestría a una actriz enjaulada entre las manipulaciones de un hombre con un alto cargo en el ejército (Edgardo, papel interpretado con histrionismo y soltura por Antonio Grimau), enceguecido por el poder y el sometimiento hacia los otros como a las otras y queda envuelto en un estado de corrupción en todo sentido. Enajenado y ajeno al registro de lo que le sucede a los demás, rasgo que su esposa también comparte. Casados y desgastados, con hijos a los que no ven, el devenido decadente matrimonio vive en una isla que se asemeja a un páramo del infierno. Es destacable la interpretación que compone Gustavo Pardi  (Kurt) que se mueve con audacia y astucia entre las dos fieras criaturas, cayendo el propio personaje en un descenso de confusión y hartazgo por ser el “testigo” principal de la devenida infernal unión y convivencia.

La puesta en escena, llevada a cabo por Analía Fedra García, funciona como una programada, efectiva y estremecedora maquinaria con precisión de reloj o bomba a minutos de estallar. El ambiente es una casa donde viven solamente dos seres que se desdoblan en otros infinitamente, donde el gris de la escenografía y los accesorios que se mueven en la órbita de la escena  (como un pianista-guardia-carcelero que gira la macabra rueda del destino y por qué no, de la fortuna de ese vínculo como gira por los alrededores de la casona, custodiando desde las sombras). La directora crea un logrado ambiente con olor a dinamita, despliegues de hipocresía, buenas costumbres ampulosas y gustos de los más burgueses y decadentes.

Otro aspecto destacable es la importancia que significa una pieza como esta en este momento de emancipación femenina y en la que los personajes se mueven gozosos entre maltratos y violencias diversas, donde se naturaliza el destrato por la mujer y el desprecio mutuo entre hombre y mujer. Una obra que camina los limites opuestos a lo que reclama el feminismo en estos tiempos para hacernos pensar si naturalizar y vivenciar una convivencia que habita la comedia no es en verdad trágico o como dice uno de sus personajes: “sería cómico si esto no fuera tan dramático, en verdad”.

Créditos:
DANZA MACABRA (“DÖDSDANSEN”)
Autor: August Strindberg
Traducción del sueco al alemán: Emil Schering
Traducción del alemán y versión libre de Analía Fedra García
Elenco: Leonor Manso - Antonio Grimau - Gustavo Pardi 
Músico en escena: Gustavo García Mendy
Coordinación de producción: Julieta Sirvén y  Catalina Telerman
Producción técnica: Mariano Fernández
Asistencia de dirección: Cecilia Acosta y Mauro Oteiza
Asistencia de escenografía: Lara María Treglia
Asesoramiento corporal y coreografía: Juan Pablo Sierra
Música original y diseño sonoro: Gustavo García Mendy
Diseño de iluminación: Marco Pastorino
Diseño de vestuario: Paula Molina
Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo
Dirección: Analía Fedra García

Prensa: Complejo Teatral de Buenos Aires

Teatro: Regio, Córdoba 6056, CABA.
Funciones de miércoles a domingos.

miércoles, noviembre 13, 2019

LITERATURA | Cuentos de mujeres rioplatenses


















por Adrián Melo.

Las estupidez masculina y las nuevas mujercitas. La literatura rioplatense se suma a la larga lucha de las mujeres. En su compilación, Hombrecitos improvisados de apuro. Cuentos de mujeres rioplatenses, la escritora y ensayista uruguaya Ana Grynbaum se une a escritoras de ambos márgenes del río de la Plata para plantear y aportar nuevas formas de resistencia de las mujeres a partir de la literatura.

Los relatos compilados por y a partir de la idea de Ana Grynbaum en Hombrecitos improvisados de apuro. Cuentos de mujeres rioplatenses, parten de una consigna que lleva el aire de los tiempos y de luchas reivindicatorias contemporáneas: hacer ficción acerca de la estupidez masculina en los vínculos eróticos y amorosos. Haciendo justicia poética o burlándose quizás de los cupos que generalmente tan graciosamente otorgan los hombres a las mujeres en los espacios sociales –y renegando también de mí que al enterarme de la convocatoria y comportándome cual hombrecito improvisado de apuro  me ofrecí a escribir sobre la estupidez masculina como si ésta fuera lo mismo para los gays que para las féminas-, las ficciones están escritas en su totalidad por mujeres y el cupo igualitario no es por género sino por nacionalidad: 16 autoras uruguayas y 16 autoras argentinas.

La selección de relatos -29 en total-, la mayoría inéditos y realizados especialmente para este libro, se acompañan de un prefacio ejemplar de Grynbaum, que funciona poderosamente casi un manifiesto literario iniciático fuertemente imbuido entre teóricas como Rita Segato, entre otras. Escrito en primera persona Grymbaum quien es psicoanalista y escritora de bellísimas novelas y de un erudito ensayo sobre sadomasoquismo y esposa de Ercole Lissardi, escritor de ficciones eróticas, señala que comenzó a experimentar el machismo en carne propia con la publicación de sus primeros libros. La dominación masculina se presentaba cual lobo disfrazado de cordero: “Tus ficciones son tan ágiles que no aparecen escritas por una mujer” o “Cuando me preguntan por escritoras uruguayas te menciono”. Y revela que, como suele suceder, a la hora de la crítica literaria era comparada exclusivamente con otras mujeres. Frente a este statuo quo, Grynbaum publica un libro con autoras de su propia elección.

En el prólogo y descreyendo de la abolición del género tan solo mediante la implementación del lenguaje correcto, Grynbaum propone más bien analizar las palabras del vocabulario vigente “para darnos cuenta de cómo formatean nuestras ideas del mundo, abriéndonos o cerrándonos posibilidades. A su vez aclara que espontáneamente y no porque ella haya censurado o dado alguna indicación, ninguna autora envió para el libro ningún texto escrito en lenguaje inclusivo. A su vez y partiendo de la idea difundida por Foucault de que el poder se toma, Grynbaum deja en claro que no tampoco le suena bien la idea de empoderamiento femenino porque éste encierra en sí mismo la idea de incompletitud femenina, de que las mujeres son seres incompletos. También el empoderamiento puede implicar tomar un poder que dentro de las sociedades patriarcales pertenece a los hombres y no ese el propósito. No a una dictadura de las mujeres –aunque quizás y esto es personal nos haga falta un período de terrorismo femenino como en todo proceso revolucionario para barajar y dar de vuelta- sino  crear algo nuevo, algo distinto, que no implique un nuevo sistema de opresión. En este sentido, la literatura y por ende este libro cumple un papel primordial porque quien sino el campo literario es el que piensa, crea y recrea nuevos e imaginativos mundos.


Si el planteamiento inicial: “la estupidez masculina” suena a batalla de los sexos o guerra contra los hombres, cabe señalar que no hay en los relatos un espíritu combativo contra los hombres. En todo caso la imposibilidad de relaciones disfrutables, de encuentros eróticos o amorosos placenteros de los relatos surgen tan pronto de varones que confunden el mundo con su cabeza (“estos hombrecitos” que al decir de Grynbaum para los cuales “el pene, o mejor dicho lo que ellos en su megalomanía fantasía que su pene es, se encuentra en el centro de su cerebro u de ahí lo proyectan sobre el mundo” tal como aparece graciosamente en su propio relato “Entre la Gloria y la Chiquita”” donde un hombre dialoga con su pene que se siente celoso de la mujer de la que eventualmente pudiera enamorarse”), como de tanto hombres como mujeres que encuentran dificultades para comprender a quien se desea, esa cuestión tan inaprensible como poética y misteriosa (Reproducción automática , El cielo clareaba como una despedida de María Ferreyra, Domesticidad de Michel Marx). En todo caso las mujeres no aparecen inmaculadas en los relatos y las relaciones entre hombres y mujeres están viciadas para los sexos en las sociedades falocéntricas por la voracidad por el poder o el dinero y complejizadas aún más por el auge del cuerpo perfecto y las nuevas tecnologías (Virtual de Alejandra Allmendiger o Correr para nada de Lía Schenck). “No es en contra de sino a favor” de cambios en las relaciones humanas es como se erigen estos relatos.

El título de la obra fue inspirado por Mujercitas y Hombrecitos, los clásicos de Louisa M. Alcott, que tal como señala la autora  revisitados por el interesante ensayo de Anne Boyd Rioux El legado de Mujercitas. Construcción de un clásico en disputa aportan nuevas maneras de leer esos libros canónicos en conjunción con las Memorias de un neurópata de Schereber. A ellos se les sumo el “improvisado” y “de apuro” que les da un toque de humor, aunque frecuentemente ácido, amargo y desencantado que anida en varios de los relatos. A esos títulos me atrevería a agregar como inspiración inconsciente uno de tantos calificativos perdurables, que la extraordinaria Alfonsina Storni le asignó a los hombres en un poema destinado a hacerse célebre: “Hombre pequeñito”.
A riesgo de ser injusto–aunque se suma a la injusta la atribución masculina que me tomé de realizar la crítica de este valioso libro que parece una vindicación por haber sido justa y graciosamente negado para participar de él-con la variedad de ficciones donde abundan el humor, el dramatismo pero sobre todo la imaginación de la que solo son capaces las mujeres, creo que uno de los relatos, entre tantos, que resume el espíritu de Hombrecitos…, es Chupar de Leticia Martín. En él, a la protagonista principal y narradora se le manda a hacer algo que le gusta “pero fuera de contexto”. “Chupame la pija”, le ordenan en pleno almuerzo familiar y delante de su hija. A la narradora le encanta chupar pijas, repite y eso le da pie para indagar y analizar sobre la naturaleza del insulto. Lejos de ser “algo esmerado”, una ofrenda o una situación de sometimiento, es algo que a la narradora mujer le produce disfrute y excitación. Sin embargo, la protagonista elige no aceptar el ofrecimiento ni responder de manera provocativa, como sería entre tantos ejemplos:   “Dale, machito. Bajate el pantalón y te la chupo. Acá delante de todos” o “Chupáme la concha”, con la convicción quizás de que esos gestos lejos de parecerle actos lingüsticos de resistencia solo emulan el lenguaje de los hombres. No responde al machismo con hembrismo. Lejos de eso, la mujer prefiere ir a hacer algo que no le gusta: ir a lavar los platos. Y de esa manera  está haciendo lo inesperado. Por empezar está haciendo algo que el hombre no le ordenó y la aparente docilidad y sumisión entonces se transmutan en formas de rebeldías imaginativas y creativas que son las plausibles de desconcertar y trastocar el sistema patriarcal.

Siguiendo  la tradición de Amalia, novela fundante argentina escrita por un hombre, que transcurre entre Argentina y Uruguay y que, como señala Doris Sommer en Ficciones fundacionales es fuertemente constructora del género y del papel de los varones y las mujeres en su narración de la historia de amor heterosexual de Amalia y Eduardo Belgrano, estas ficciones escritas por una variedad y polifonía de mujeres a ambos lados de las costas rioplatenses pueden funcionar, sin duda y sin exageración, como fundantes de nuevas formas de pensar los géneros, el erotismo y las sexualidades y nuevas formas creativas de amar y sentir.

Hombrecitos improvisados de apuro. Cuentos de mujeres rioplatenses. 32 autoras uruguayas y argentinas actuales narran las formas masculinas de arruinar los vínculos erótico- amorosos. Idea, selección y edición de Ana Grynbaum,  Editorial Muerde Muertos, Buenos Aires 2019)


TEATRO | DANZA MACABRA, maravillosa y decadente destrucción

Por Darío Cortés. En un universo que se mueve como un vaivén catastrófico y esquizoide, se planta este destacado monta...