jueves, mayo 24, 2018

TEATRO | SI HAY UN LOCO EN LA FAMILIA, QUE NO SE NOTE



Por Darío Cortés.

El loco y la camisa – los jueves en el teatro El Picadero – es una creación del prestigioso y reconocido grupo Banfield Teatro Ensamble, dirigido por Nelson Valente. Una propuesta imperdible que transporta al espectador de la comedia a la angustia en una velocidad de luz y permite reflexionar acerca de los vínculos familiares y de qué se trata la “normalidad”.



“Prefiero una locura que me entusiasme y me dé algún motivo para seguir
a una verdad que me deje abatido y solo”
Christopher Wieland
(Joven guionista estadounidense, autor de “The rest of your life -2001-”)


La “locura” como temática constitutiva de la literatura (y específicamente del género dramático) es un contenido que nació como resultado de la evolución del hombre. Si bien podríamos señalar personajes que estaban “locos” o hacían “locuras” en las comedias de Plauto o Menando en la Antigüedad, es a partir del Renacimiento cuando el hombre se auto percibe como sujeto y a partir de allí uno de los temas recurrentes en todas las formas literarias es la locura o el loco que antes era motivo de burla o comedia, a partir de esta etapa dentro de la periodización, el loco también es un sujeto que siente y la locura es un estado en el que cualquiera podría “caer”.

En pocas disciplinas artísticas se ha dado tanta rienda suelta a la locura como en el teatro y a su encarnación en la figura del loco. La atracción (mezcla de fascinación y rechazo) que el ser humano siempre ha sentido por aquellos individuos que al tener las facultades mentales alteradas, se los ha considerado ajenos a las normas sociales establecidas encontró un espacio de florecimiento ideal en el teatro (género que en el Renacimiento heredó gran parte de su idiosincrasia en la tradición  carnavalesca). Desde Erasmo de Roterdam y su “Elogio de la locura” (1511) hasta Cervantes y “El Quijote” (1605-1615) la figura del loco es  introducida en las historias como aquellos seres que perdieron el juicio o alejaron al individuo de la razón.


Así como cada etapa del teatro es hija de su época, a partir de la influencia del psicoanálisis se puede hablar propiamente de psicologías afectadas por algún tipo de patología y cómo estas quedan bien representadas en la dramaturgia. Recién en el teatro de Luigi Pirandello a través de la relación tan especial que estableció con su esposa que permaneció cuarenta años en un psiquiátrico e inspiro más de un personaje en teatro, podría decirse que el personaje del loco aparece en los textos de teatro de forma contundente para quedarse hasta la actualidad.

En la obra “El loco y la camisa” (que se presenta desde 2009 en diversos puntos de Buenos Aires y el mundo, con sendas premiaciones, actualmente se puede ver en el teatro El Picadero los jueves a las 22.15hs) se ven pinceladas de esta emblemática figura o personaje que pone en funcionamiento esta historia sobre una familia que parece constituida barranca abajo. Es decir, no es una familia venida  a menos sino un grupo humano que desde su constitución o por la singularidad de sus integrantes se empezó a caer desde el vamos. “El loco” en este caso es el otro, el que puede generar el peligro y puede desatar alguna catástrofe. El otro o el loco es una bomba de tiempo que no es posible controlar, porque siempre va a ser una amenaza, porque aparentemente como dice su hermana: “siempre lo arruina todo”. Por eso Beto, el loco (impecablemente interpretado por Julián Paz Figueira), es tan incómodo para todos – menos para la madre de esta entrañable y decadente familia –. Para la madre (interpretación conmovedora de Lide Uranga)  el loco puede ser visto, mimado, comprendido e incluso tenido en cuenta más allá de la intimidad diaria familiar. O como ella misma dice: “¿Qué querés que hagamos con él? ¿Le ponemos un collar de perro y lo dejamos atado en la terraza? ¿Eso querés? ¿Qué nadie lo vea?”.

El argumento de la obra es claro y simple: hay una familia integrada por un matrimonio de sesenta años ya vencido, una hija arañando los 30 y un hijo menor de veintialgo que sufre algún tipo de trastorno mental. El conflicto surge cuando la hija (en la piel de Soledad Bautista como la negadora hermana que igual quiere a su hermano loco)  invita a su prometido a cenar a casa. El muchacho (José Pablo Suárez) vendrá desde San Fernando a Banfield y se crean situaciones tan artificiales y horrorosas que tal vez, desatada la catástrofe, convendría para la muchacha mostrar la realidad de su familia tal como es. Pero como se dice allí: “la verdad, duele”. El primer acuerdo es que el loco no se asome de su habitación. La trama es simple y compleja al mismo tiempo, la cantidad de conflictos van creando capas de intimidades entre madre e hijo, entre hermana y hermano, entre esposo y esposa o entre hijo y padre (Ricardo Larrama) que para protegerse de todo aquello que lo acorrala, miente, grita, pega y se enfada por cualquier cosa. El loco se mueve como puede en esta familia disfuncional (o ¿existe la familia funcional?). El texto – creado entre Nelson Valente y los actores - pone de manifiesto que al loco mejor no molestarlo, mejor no alterarlo, mejor dejarlo tranquilo porque puede pasar cualquier cosa. Y sobre todo que no hable porque a veces, cuando no desvaría, dice verdades que duelen demasiado.

La violencia que está presente en la obra, sorprende porque está al borde de lo tragicómico. A veces se hace manifiesta en acciones, palabras, en sucesos del pasado dentro de la historia familiar o en anécdotas del presente en la oficina donde trabaja el padre. El sometimiento de las mujeres al servicio del líder patriarcal deja secuelas en el propio Beto. Acá las mujeres no toman decisiones, acá importa lo que piensan los hombres, aunque estén locos. Incluso Beto manipula a las mujeres de la casa desde su propia conciencia e inconsciencia de los hechos que se presentan.

La obra lleva al espectador a preguntarse: ¿Quiénes son los locos? ¿Quién es el loco y quién es el cuerdo, realmente? Y esas preguntas son aplicables a esta familia que es una reducción de una comunidad y también son extensibles a la sociedad.

Es destacable el trabajo de Nelson Valente como director capitán de este barco-compañía. Si aún no viste la obra, es interesante tenerla en cuenta. Si te gusta el teatro realista que narra historias con la nobleza que define al teatro independiente a pulmón, de buena calidad, deberías verla. El teatro El Picadero constituye, en este sentido, un espacio de oxígeno en esta cada vez más asfixiante Buenos Aires y en una cartelera de teatro incierta, con comedias que no invitan a la reflexión. Por eso “El loco…” es una excepción y un hallazgo. El ojo crítico del destacado productor Sebastian Blutrach para seleccionar espectáculos interesantes y hacerle un espacio a las obras que nacieron del off y se merecen otra gran vidriera, como “Mi hijo camina un poco más lento” que también se presenta en la misma sala es una razón más que celebrable. Esta programación se agradece. Es algo excepcional, el hecho de que haya espacio en el circuito comercial para historias de calidad y a corazón abierto que dejan un sabor a esperanza e invitan a la comedia para poder pensar.


Créditos:
EL LOCO Y LA CAMISA
Todos los jueves 22:15 hs. en el Teatro El Picadero
Dirección: Pje. Santos Discépolo 1857, C.A.B.A. Buenos Aires. Argentina.
Teléfono: 5199-5793
Web: www.teatropicadero.com.ar

Ficha técnica:
Elenco: Soledad Bautista, Julián Paz Figueira, José Pablo Suárez, Ricardo Larrama, Lide Uranga
Diseño escenográfico: Luciano Stechina
Fotografías: Mariana Fossatti
Diseño gráfico: Clara de Olano / Mariana Fossatti
Dramaturgia: Nelson Valente (diálogos en colaboración con los actores)
Contacto: prensaelloco@gmail.com

Redes:
Twitter: @ellocoylacamisa
Facebook: El loco y la camisa

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