miércoles, noviembre 07, 2018

TEATRO | ENAMORARSE ES HABLAR CORTO Y ENREDADO



Por Darío Cortés.

La obra se presenta en el Camarín de las Musas los domingos. Una pieza compleja y profunda, dentro de su aparente simpleza con mateada incluida como acción principal.

 “¿Por qué el amor que parece tan dulce
cuando se prueba, es amargo y tirano? (…)
Esto que siento es lo que hace el amor.
Mi tristeza es más pesada en mi pecho.
El amor es un humo hecho de los suspiros.
¿Qué más es el amor? Es una sabia forma de locura”

William Shakespeare, Romeo y Julieta (1597)
.


En un banco de plaza, Ana y Pedro se conocen. Una mariposa sobrevuela sobre el primer diálogo y la muchachita de ciudad dice que es finita como un papelito. Él, tipo de campo, la nombra etérea, impalpable, así como si fuese un ser del cielo. Ana pensaba irse pero ni bien le habló el muchacho, decide quedarse. En un vuelo de riesgo acepta un mate amargo. El encuentro inesperado se hace círculo y comienza a girar la rueda de la fortuna, las palabras salen torpes, sin pensar o salen como salen y es el otro el que las malinterpreta. Los 60 minutos de duración de la obra están planteados en tono de comedia, calibrada como un reloj suizo con todos sus componentes. En el centro del espacio van sucediendo una serie de giros (en todos los sentidos) que encuentran su eje en ese flechazo.

Hablar de amor parece que está mal visto en el género dramático y el autor de esta obra, Leandro Airaldo (que además es el director), enfrenta este prejuicio o este lugar que según algunos se deberían evitar porque las comedias románticas de Hollywood ya lo llevaron al paroxismo y porque hablar de amor es un tema muy recurrente en el teatro fundante desde el Renacimiento en adelante y porque me atrevo a afirmar que el teatro tiene una recurrencia a poner acción al amor además de hablar de él y argumentar. El dramaturgo  se mete de lleno, explotando el tema con su creación, abarcando casi todos los recursos y estrategias del relato, del dispositivo escenográfico, lumínico, el vestuario  y de la acción misma a través de una potente composición actoral. Los personajes no saben que están hablando del amor. Hablan de otras cosas, de la vida en general pero todo se modifica, lo que va sucediendo cambia a cada instante, gira. Ella espera un mate y se lo toma él primero, un sonido desde un altavoz de un vendedor de chatarra, un “bicho feo” que parece lanzado por un pájaro en el mismísimo momento en donde Ana confiesa que no se siente “linda” o "atractiva", a lo que el varón  menciona que sí. Bullicio de plaza, bichos de yuyo que suenan en cada silencio. Todo conspira como banda sonora acertada.
 
Los amantes no saben que están argumentando acerca del amor ni el destino pero el tan mencionado Cupido los unió en un banco de una plaza y por alguna extraña razón tienen algo que decirse, sea relevante o se trate sólo del clima, la consistencia de la yerba, la preparación del mate o de que a veces viene dulce o amargo…el mate…el amor…la vida. El espacio es un pulmón en un barrio, una plaza que puede estar en un pueblo o en una ciudad  pero en realidad es un recorte de pocos metros cuadrados de color gris rodeado de un color negro profundo y bien oscuro. En ese recorte hay un árbol pelado y consumido, sin hojas. La iluminación lo vuelve bello o primaveral  y otras veces tenebroso, anunciando un final con olor a invierno seco y frío pero allí en escena parece que es primavera o verano eternamente, las “estaciones del amor”. Es desde el comienzo de ese vinculo  en adelante donde las conversaciones se enredan, el discurso de Ana y Pedro es distinto entre sí. Avanzan los diálogos, hay errores gramaticales que Ana no le deja pasar, pero en el campo se habla así, dice él. Por momentos parece que todo se va ir de las manos y que al ser tan diferentes estos dos seres son incompatibles pero sin embargo no se mueven del banco, la hora que dura el encuentro y desde la óptica del público habita una sensación de que ellos no paran de moverse en escena cuando en realidad no es así, gira el banco con un dispositivo metafórico de escenografía admirable, rueda el mate, de repente se pierde el mate, vuelven a encontrarlo, así como se pierde el hilo de la conversación o malinterpreta uno lo que dice el otro y le da un significado distinto, parece que al hablar se van entendiendo menos pero luego todo vuelve a sintonizar. La conversación parece al borde del colapso siempre pero no, se disculpan, se gustan a pesar de todos los errores. No siguen juntos por soledad, siguen porque se atraen. "Yo no dije eso", "No usé esas palabras", “No nos estamos entendiendo en nada” dicen y a los pocos minutos repiten la frase: “Mire que cosa, a mí me pasa lo mismo que a usted en todo eso. ¡Qué coincidencia!”. La composición lograda de dos antihéroes es admirable y conmovedora. Dos actores que ponen todos sus elementos al servicio del juego y brillan creando a sus criaturas: Emiliano Díaz y Soledad Piacenza.

La obra no es pretenciosa, es chiquita pero gigante. Es una obra anti domingo total, es un bicho de luz revoloteando en la noche del campo de la soledad, ahí donde los grillos suenan cada vez más fuerte hasta que algo inesperado sucede y nos deja menos solos después de esa sensación ambigua de que enamorarse es una equivocación, un juego perdido (“Caer en…” / Fallin in… como dicen en inglés) pero esa es sólo una de las posibilidades del amor.

Ficha técnica y artística
Dramaturgia: Leandro Airaldo
Actúan:Emiliano Diaz, Soledad Piacenza
Vestuario: Alicia Macchi
Escenografía: Miguel Nigro
Iluminación: Luciana Giacobbe
Realización de escenografia: Manuel Escudero
Música: Silvia Vives
Sonido: Silvia Vives
Diseño: Nadia Estebanez, Veronica Lopez
Asistencia de dirección: Nadia Estebanez
Producción: Nadia Estebanez
Dirección: Leandro Airaldo

Funciones
EL CAMARÍN DE LAS MUSAS
Mario Bravo 960 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Reservas: 4862-0655 / 1541753079
Web: http://www.elcamarindelasmusas.com.ar
Entrada: $ 300,00 / $ 240,00 - Domingo - 20:00 hs
Lunes - 18:30 hs - 19/11/2018
Entrada: $ 190,00 - Viernes - 13:00 hs - 23/11/2018

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