por Adrián Melo.
Logradísima ficción cinematográfica dirigida por Luis Ortega. Con motivo del estreno de la película "El Ángel" esta nota propone hacer un revisionismo por aspectos reales de los años de juventud de la figura de uno de los asesinos seriales y legendarios de la Argentina que hoy tiene 66 años. Una buena película para ver este fin de semana.
Carlos Eduardo Robledo Puch, un joven de poco más de veinte años, cara
aniñada y pecosa, ojos grandes y azules
y rizos colorados, labios carnosos, asesino de al menos once personas y ladrón
y autor de decenas de atracos hubiera sido un personaje digno de la pluma de
Jean Genet. “Es visto como el Mal con aspecto de Bien” interpretaría la revista
de época Panorama, durante los
primeros años de la década del setenta del siglo XX en la cual Robledo Puch
pergeñó y ejecutó la casi totalidad de sus crímenes. Era quizás, el aspecto de
adolescente, las facciones delicadas y el aire enfermizo, la cara de Ángel, la
sonrisa en el momento de la reconstrucción de los crímenes, la frialdad ante la
sangre que vertía y su posición social de niño mimado de una alta clase media
lo que hacía intolerable sus muertes. No es un joven bello, educado y de buena
posición lo que la sociedad está dispuesta a aceptar como un asesino.
Tal como destacaba Clarín:
“no encuadra en ninguna de las premisas asignadas a la teoría general del
crimen. Criado en un hogar pudiente, nunca pudo haber acumulado, en tan corto
tiempo, tanto rencor asesino contra la sociedad que le brindó toda clase de
atenciones. Ni Lombroso lo hubiera señalado como prototipo del criminal nato,
pues sus facciones conforman la imagen de un niño bondadoso”.
Por el contrario ahí residía su monstruosidad, y sus calificativos de
Ángel de la muerte, Bestia humana, Chacal con cara de mujer, Carita de Ángel,
Unisex, Engendro del Mal, Gato rojo, Muñeco Maldito, Embajador de la muerte, Ángel
Exterminador, Rey de los Asesinos, “ingominioso” (sic) Puch, que, en sus
intentos de originalidad, devaneaban la imaginación de las mentes de los
redactores del Diario Crónica. El 11
de febrero de 1972, el mismo diario sugiere que Robledo es homosexual, por lo
que "sumaría a sus tareas criminales otra no menos deleznable".
No hay en Puch arrepentimiento de los asesinatos a sangre fría y por la
espalda, en general a serenos sexagenarios que dormían o a mujeres desarmadas.
“Hágalo notar, doctor: siempre maté por la espalda”, reivindicó en una célebre
declaración ante el juez que lo investigaba. Tampoco hay honor entre ladrones,
ni código de lealtad hacia los hermanos en el delito que modeló héroes literarios
queribles. Sí, en cambio, exaltación de la traición a lo Genet. Llegado el momento
e invadido por quién sabe qué sensaciones que no pudo manejar, Robledo Puch no
dudó en matar a su amigo y cómplice Héctor Somoza, cuando éste, para hacerle
una broma, le cruzó un brazo por el cuello desde atrás y lo apretó contra su
cuerpo en pleno atraco de una ferretería.
Tal como lo recrea Osvaldo
Soriano en su relato El caso Robledo
Puch: “Iluminados por el soplete, Robledo y Somoza trabajan callados y
serios. Robledo sostiene el aparato que perfora el material mientras su amigo
sigue sus movimientos con atención. El trozo de acero está por caer y Robledo
lo ayuda con un golpe. Ninguno dice nada. A Somoza acaba de ocurrírsele una
broma acorde con la circunstancia. Pasa un brazo alrededor del cuello de su
compañero y aprieta con suavidad, cada vez más. Robledo le da un codazo y lo
lanza hacia atrás. Manotea el revólver que tiene en el cinturón y dispara.
Asombrado, quizá sin entender lo que ocurre Somoza cae y articula una
explicación que es apenas un gemido. Robledo lo observa unos instantes, levanta
su brazo derecho y dispara otra vez. ‘No podía dejarlo sufrir. Era mi amigo´,
explicará después. Se ha quedado solo, con dos cadáveres junto a él --antes ha
matado al sereno Manuel Acevedo--, pero eso no le preocupa. Sale”.
Fue el comienzo del fin para
Robledo Puch. El 4 de febrero de 1972 fue apresado por el homicidio de su
cómplice. Tras matarlo de un balazo lo había prendido fuego en la cara para
evitar que lo reconozcan. Cayó preso por un descuido: olvidó su cédula en el
bolsillo de su “amigo”.
Unos meses antes había muerto, en circunstancias misteriosas Jorge
Antonio Ibañez, el compañero de colegio al que Puch admiraba desde los quince
años y al que quizás no le perdonó su afición por las mujeres y las
prostitutas. Se estrellaron juntos en un Fiat 600 que habían comprado con el
fruto de sus asaltos, contra un taxi estacionado en Belgrano. Un accidente de
cual Robledo salió ileso pero sin su pareja delictiva.
“A los veinte años no se puede andar sin coche y sin plata”; fueron una
de las pocas excusas que esgrimió el asesino para justificar la decena de
crímenes a traición y sin causa aparente. Según relata Osvaldo Aguirre en Enemigos Públicos solo rompió el silencio
en octubre de 1977, cuando, esperando ser juzgado, elevó un pedido de traslado
a las autoridades penitenciarias que le fue concedido. El destino elegido era
el pabellón 10 del penal de Sierra Chica: el de los homosexuales.
Responsable al menos de once homicidios y diecisiete robos, una
violación y un intento de violación, entre tantos otros delitos, condenado a prisión
perpetua con accesoria de reclusión por tiempo indeterminado tal como señala el
mismo Aguirre su figura volvió a tomar estado público cuando en la Semana Santa
de 1996, un grupo de presos que pasaron a la historia como “Los Doce Apóstoles”
tomaron el penal de Sierra Chica para masacrar a propios y extraños durante
ocho días.: Robledo corrió por los patios de la cárcel y se encerró en la capilla
para salvar su vida con una biblia en la mano izquierda, una faca en la derecha
y un compañero en sus brazos. A mediados del 2000 cuando cumplió el tiempo
necesario para pedir su libertad condicional no lo hizo.
En enero de 2018 cumplió 66 años –cuarenta y seis de los cuales pasó en
prisión- y con el dinero ahorrado producto de la venta de una propiedad
familiar, de manera inédita pidió que le permitan construirse una casita dentro
del predio del penal de Sierra Chica. Tiene miedo a la libertad o como Victoria
Ocampo durante el peronismo cree que la única libertad posible está adentro de
la cárcel.
En estos tiempos en el que convive la ignominia institucional,
económica y política con la corrección política en relación a las diversidades
sexuales parece saludable la resurrección de Robledo Puch como personaje de
adorable y sanguinario monstruo de la comunidad queer.
Con el estreno de la película dirigida por Luis Ortega, Puch se eleva a la categoría de mito para ser reivindicado subversiva y orgullosamente frente a una sociedad hipócrita, violenta e imposible antesala del terrorismo de Estado y de las políticas neoliberales. Si hay memoria colectiva de las imágenes cinematográficas de amor gay, sin duda hay algunas escenas interpretadas por el extraordinario Lorenzo Ferro que están llamadas a perdurar. Entre ellas, la de un Robledo Puch bailando graciosamente el hit El extraño de pelo largo en casas ajenas. O contemplando encantado con mirada de enamoramiento absoluto al personaje de Chino Darín mientras cubre su pubis de joyas. O soñando que hay otro mundo en el que es posible estar con su amigo deseado bailando a la vista de todo el mundo en un programa de televisión ómnibus a lo Pipo Mancera. Y es en ese momento que la película de Ortega hijo logra lo inimaginable: por primera y seguramente última vez la voz de Ortega padre entonando Tengo el corazón contento conmueve y resulta romántica.
CRÉDITOS
Título: "El Ángel"
Duración: 118 minutos
Dirección: Luis Ortega
Guión: Luis Ortega, Rodolfo Palacios, Sergio Olguín
Elenco: Lorenzo Ferro, Chino Darín, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Cecilia Roth, Luis Gnecco, Pedro Lanzani, Malena Villa, William Prociuk, Fernando Noy.
Con el estreno de la película dirigida por Luis Ortega, Puch se eleva a la categoría de mito para ser reivindicado subversiva y orgullosamente frente a una sociedad hipócrita, violenta e imposible antesala del terrorismo de Estado y de las políticas neoliberales. Si hay memoria colectiva de las imágenes cinematográficas de amor gay, sin duda hay algunas escenas interpretadas por el extraordinario Lorenzo Ferro que están llamadas a perdurar. Entre ellas, la de un Robledo Puch bailando graciosamente el hit El extraño de pelo largo en casas ajenas. O contemplando encantado con mirada de enamoramiento absoluto al personaje de Chino Darín mientras cubre su pubis de joyas. O soñando que hay otro mundo en el que es posible estar con su amigo deseado bailando a la vista de todo el mundo en un programa de televisión ómnibus a lo Pipo Mancera. Y es en ese momento que la película de Ortega hijo logra lo inimaginable: por primera y seguramente última vez la voz de Ortega padre entonando Tengo el corazón contento conmueve y resulta romántica.
CRÉDITOS
Título: "El Ángel"
Duración: 118 minutos
Dirección: Luis Ortega
Guión: Luis Ortega, Rodolfo Palacios, Sergio Olguín
Elenco: Lorenzo Ferro, Chino Darín, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Cecilia Roth, Luis Gnecco, Pedro Lanzani, Malena Villa, William Prociuk, Fernando Noy.
EQUIPO TÉCNICO
Productores
Hugo Sigman
Matías Mosteirín
Sebastián Ortega
Pablo Culell
Pedro Almodóvar
Agustín Almodóvar
Esther García
Leticia Cristi
Axel Kuschevatzky
Micaela Buye
Javier Braier
Jefe de Producción
Matías Mosteirín
Sebastián Ortega
Pablo Culell
Pedro Almodóvar
Agustín Almodóvar
Esther García
Leticia Cristi
Axel Kuschevatzky
Micaela Buye
Javier Braier
Jefe de Producción
Fotografía
Julián Apezteguia
Julián Apezteguia
Montaje
Guillermo Gatti
Guillermo Gatti
Dirección arte
Julia Freid
Julio Suárez
Vestuario
Marisa Amenta
Maquillaje Peinados
Emmanuel Miño
Post Producción
Ezequiel Rossi
Julia Freid
Julio Suárez
Vestuario
Marisa Amenta
Maquillaje Peinados
Emmanuel Miño
Post Producción
Ezequiel Rossi
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