Por Adrián Melo.
Documental que narra la vida del famoso escritor Armistead Maupin, desde sus raíces conservadoras hasta convertirse en defensor de los derechos de la comunidad LGBTQ.A las Historias de San Francisco y su interminable saga les hubiera sentado mejor perecer en las páginas del San Francisco Chronicle, periódico que las vio nacer como folletín. Con las ventajas y los problemas que esa rutina diaria y la presión del vertiginoso cierre de rotativas acarrea: grosso modo, lo más probable es que se capten instantáneas de la actualidad pero se pierda bastante en estética y preciosismo.
Quizás si se le hubiera asignado el destino efímero de las páginas de todo diario, un día algún académico obsesivo las hubiera rescatado del olvido para una tesis doctoral que, por ejemplo, hubiera analizado el impacto que tuvieron sobre el gran público y sobre las mentalidades colectivas en los años setenta y les hubiera otorgado una forma más o menos digna de entrada en la Historia. Pero al pasar al formato libro se le ven demasiado las costuras. En cuanto a calidad literaria Armistead Maupin no es Dickens y mucho menos Dumas e infinitamente menos Balzac. Si hablamos de entretenimiento y ritmo de seriales de televisión mejor lo hace Darren Star y nunca tuvo pretensiones de literato. Si hablamos en términos de literatura militante se queda a mitad de camino: su retrato del San Francisco de los setenta tiene demasiado de postal para los turistas, poco de subversión sexual e incluso se vislumbra en la caracterización de muchos de sus personajes un tufillo conservador (no olvidemos tampoco el linaje de Mr. Maupin). Así, entre otras delicias, desaprovecha el potencial del personaje transexual, Anna Madrigal, y la convierte en una matrona a la que parece no importarle el sexo (“solo ser amiga de las mujeres”) y que tiene un único y casto romance con un multimillonario desahuciado (solo Danielle Steel se hubiera atrevido a la escena patéticamente cursi de los ancianos enamorados remontando un barrilete en la playa que Madrigal les pidió prestado a unos niños a cambio de ¡oh! un porro). A su vez, las historias de amor lésbico no tienen demasiado espacio y casi ningún interés y el sexo salvaje y desenfrenado de la época aparece lavado con lo cual no capta a los radicales e irrita a las mentes bienpensantes. Eso sí, parece tener la fórmula virtuosa para que un gran público gay y lésbico de raza blanca y clase media literalmente lo adore.
Partiendo de esa base, no esperaba gran cosa de The Untold Tales of Armistead Maupin el documental sobre su vida y su obra que dirige Jennifer Kroot y que actualmente se puede ver por Netflix. No voy a hablar, para no ensañarme, del formato clásico y remanido del producto (testimonios superpuestos con fotos, más anécdotas, más dibujitos e imágenes obvias de San Francisco e imágenes de películas), ni del ególatra relato estadounidense del republicano devenido en héroe que termina haciendo una épica de sí mismo, ni siquiera del regodeo en las imágenes de la comunidad gay diezmadas por el Sida en los años ochenta que vimos incontables veces y tampoco en el hecho de que Maupin en su ficción mata por el Sida y contagia por hiv solamente a los personajes gays (hay héteros promiscuos pero parecen inmunes al virus).
Pero si, no puedo dejar de pasar por alto que Armistead Maupin se vanaglorie en el documental del reprobable hecho de haber sacado del clóset a un Rock Hudson ya enfermo. En su argumentación sacrifica a Hudson como forma de denuncia del sistema de estrellas de Hollywood y en defensa de la comunidad para que se tome conciencia y para no seguir siendo estigmatizados. Pero no pone su cuerpo sino el de Hudson.
Paradójicamente su propia salida del clóset había sido una tímida carta abierta en el marco de las Historias… firmada por un personaje. Doble paradoja: Maupin señala que el dolor más grande de su vida es cuando su pareja Terry lo abandona en el marco de lo que se dio en llamar en Estados Unidos el divorcio del cóctel. Es decir, el fenómeno que se dio cuando aparecen los medicamentos para el HIV y muchas personas que creían que iban a morir encuentran la posibilidad de supervivencia y se separan. Aparece allí un gesto de dolor y también de reproche de Maupin al recuerdo de Terry. En cambio, no hay el mínimo análisis de conciencia y nunca aparecen reprochables muchas de sus por lo menos discutibles acciones.