Kiran Gandhi es productora de música electrónica, baterista
y activista. Criada entre New York y Bombay. Su música y sus discursos se
centran en el empoderamiento femenino. Es una de las protagonistas de lo que
es considerada "la cuarta ola del feminismo”. Hija de una filántropa y un
trabajador social cree que si no hay igualdad el mundo se autodestruirá. Hoy en
Argentina se decide si la interrupción voluntaria del embarazo puede ser legal
o no. Pasen y lean esta nota sobre una joven que promueve el empoderamiento
para que todes tengamos la libertad de poder elegir sobre cómo queremos ser.
Atreverse a
enarbolar un discurso distinto, ya sea contracultural o innovador es, muchas
veces, considerado una locura. Atreverse a vivir y encarnar ese mismo discurso,
por su parte, requiere un tipo de esfuerzo diferente y una interacción con el
entorno que exige, por decir lo menos, estar a la defensiva o tener disposición
para aceptar las críticas que una y otra vez se dejarán caer de uno u otro
lado. Tal es el caso de Madame Gandhi, joven promesa del electro feminismo que
promete mover los pies y las neuronas tanto dentro como fuera de la pista de
baile.
En el último tiempo se han comenzado a escuchar en diferentes y variados
lugares algunos sonidos que, después de un periodo de rotación constante,
comenzaron a resultar familiares en ámbitos de lo más dispares. Mucho beat,
harto loop de voces y uno que otro rasgo tribal, principalmente en las
predominantes baterías, llenan los espacios musicales de la obra de Madame
Gandhi, una joven artista y activista que, a través de su música, ha decidido
no solo cantar acerca del feminismo sino que vivirlo y demostrar que es una
forma de entender todo aquello que nos rodea y, desde ese punto de vista,
plantearlo como algo que nos concierne a todos y que es una opción viable para
adoptar en el mundo actual.
Con todavía menos de 30 años, la estadounidense con ascendencia india,
Kiran Gandhi, es un excelente ejemplo de lo que gran parte de las generaciones nacidas
a partir de la década de 1990 cultivan como forma de vida: una mirada holística
de la realidad que les permite acercarse sin miedo ni culpas a aquello que les
interesa sin pensar, mayormente, en la lógica o sentido que esos fragmentos
puedan tener. Lo importante para estas generaciones tiene que ver con lo que
ellos pueden crear a partir de los más dispersos y diversos elementos que
manejan.
En el caso de Gandhi, su paso por la universidad lo hizo estudiando
materias tan disímiles como matemática, humanidades y estudios de género. La primera
la acercó a la industria musical por medio del análisis de datos para algunas
compañías y, las dos últimas la llevaron a desembocar en la interpretación de
sus propias obras tras los sintetizadores y, principalmente, tras los tambores
de la batería, desafiando en sus colaboraciones y equipo de trabajo al
patriarcal negocio musical que, entre otras cosas, es uno de los que más
promueve estereotipos femeninos arraigados a imágenes sumisas o hipersexuadas
para el disfrute masculino.
De dicha forma y después de haber colaborado como baterista con la rapera
M.I.A., el dúo Thievery Corporation y la muy joven cantante Kehlani, editó en
2016 su primer EP, Voices, que vino a romper con varias tradiciones de la
industria musical, por ejemplo, su estrategia publicitaria contó con internet
como único medio considerado en la difusión del disco, democratizando el acceso
a la música y, más importante aún, al discurso contenido en ella. Podríamos
hablar de esta simbiosis como un electro feminismo que, en palabras de la
propia Gandhi, “eleva y celebra las voces femeninas”, así en plural porque
reconoce sin tapujos las diferencias que entre las mujeres, las femineidades y
las sexualidades existen.
En ese sentido, la forma que adquiere el discurso musical cobra real importancia,
así como la reflexión que se hace acerca de él. Madame Gandhi señaló en una
entrevista para Billboard que en Voices usa su voz de muchas formas diferentes:
“estoy rapeando, estoy cantando, estoy llorando estoy [haciendo un looping de
mi voz], estoy haciendo beat-boxing, estoy susurrando”, evidenciando que la
complejidad de la femineidad se ha negado e, incluso, abolido en ciertos
aspectos, reivindicándola y mostrando su manifestación como un ejemplo a
seguir. De hecho, de las cinco canciones que componen el EP, dos han logrado
trascender discusiones a espacios extra musicales: “Her”, que en sus cuatro
líneas que se repiten una y otra vez hace una apología a las mujeres líderes
del mundo (fue creada pensando en Hillary Clinton, pero luego se expandió para
referirse a muchas otras figuras), es también un llamado a comprender que una
fémina empoderada depende de todo el resto que la apoya, es decir, somos todas;
y “Future is Female” que retoma la conocida frase de los años 70 y que apunta,
precisamente, a entregar “un mensaje de esperanza en torno a que algún día
viviremos en un mundo en el que las cualidades de las mujeres serán valoradas y
elogiadas de la misma forma que las de los hombres, en el que la inteligencia
emocional superará al ego, en el que se celebre la colaboración y en el que las
mujeres sean vinculadas y no clasificadas”.
La veta activista de la blonda baterista se refleja también en su actuar
bajo del escenario: en 2015 corrió los 42 kilómetros de la Maratón de Londres
en el primer día de su período sin ningún dispositivo que contuviera el
sangrado, ubicando el tema de la higiene femenina y la propia menstruación en
la palestra de las discusiones alrededor del mundo. La veta musical, por su
parte, la sitúa en un lugar de innovación en cuanto a las estrategias
comerciales y de producción además de ser une eje en torno al cual colaboran
principalmente otras mujeres.
Hoy Madame Gandhi se yergue como un ícono del feminismo contemporáneo,
manejando los códigos éticos y estéticos de las nuevas generaciones,
volviéndose un producto llamativo, bailable, entretenido, a la vez que
rebosante de contenido que nos invita a seguir su ejemplo y que nos hace
reflexionar acerca del feminismo y la sororidad
ya no utopías ni discursos académicos de elite, sino que como visiones
perfectamente practicables sin gravedad y con total naturalidad en los
contextos más inesperados de la vida cotidiana.
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